Enfermedades en la primera vuelta al mundo e instrumental médico

El 10 de agosto de 1519 salieron del Muelle de las Mulas de Sevilla cinco barcos capitaneados por Fernando de Magallanes, en una expedición en busca de una vía alternativa por occidente para llegar a las Islas Molucas, que ya se conocía entonces como la flota de las especias, dado que era este producto el que buscaban conseguir. Antes de partir, no sabían que les esperaban 5 enfermedades en la primera vuelta al mundo.

            Y lo querían hacer llegando a su destino por occidente para reclamar para España estas importantísimas islas, dados los enormes beneficios económicos que suponía en la Europa de la época el tráfico de las especias, pues aunque las mismas ya habían sido alcanzadas por los portugueses viajando por oriente en 1512, ni todas habían sido colonizadas, ni estaba claro si a tenor de lo acordado en el Tratado de Tordesillas de 7 de Junio de 1494, las mismas le correspondían a España o a Portugal. En este tratado el mundo había quedado dividido en dos mitades para estos dos países, a partir del meridiano que pasaba por occidente a 370 leguas de las islas de Cabo Verde, quedando el oriente para Portugal y el occidente para Castilla.

            Con este fin, Magallanes trababa de encontrar un paso a través de América hacia el Océano, que había sido descubierto seis años antes en Panamá por el español Vasco Núñez de Balboa y llamado por él Mar del Sur, luego renombrado por Magallanes como Pacífico. Este paso había sido intuido por navegantes españoles como el descubridor del Rio de la Plata, Juan Díez de Solís en 1516 (aunque otros dicen que ya lo avistó antes Américo Vespucio siendo piloto mayor de Castilla en 1501) pocos años antes y Magallanes creía tener en su poder informaciones fidedignas de que se encontraba en torno al paralelo 40 de Latitud Sur.

            La práctica demostraría que estos cálculos eran erróneos pues los navegantes anteriores habían confundido la desembocadura del Río de la Plata (donde hoy se encuentra Buenos Aires y Montevideo) con ese paso, dado que dicha desembocadura está situada a 38 grados de latitud Sur.

            Este viaje desde el punto de vista náutico, no es una de las mayores, sino la mayor, proeza de la historia de la navegación y que aunque sí ha pasado a la historia, lo ha hecho de una forma por debajo de sus merecimientos.

            Fue un viaje de casi tres años, por un inmenso océano desconocido (El Pacífico) y descubriendo muchas islas como las Marianas y sobre todo las Filipinas, alcanzando además sus objetivos de descubrir un paso para atravesar América del Atlántico al Pacífico (el Estrecho de Magallanes), trazar la ruta para llegar a las Islas de las Especias por Occidente y además lograr por primera vez en la historia dar la vuelta al mundo, demostrando la realidad de la esfericidad de la tierra, que ya se conocía desde antes de Cristo por los estudios de los griegos (Eratóstenes), pero que hasta este viaje nadie había comprobado en la realidad.

            La expedición guarda en su concepción algún lejano paralelismo con el viaje de Colón casi 30 años antes, dado que fue la idea de un extranjero, en este caso el de clara filiación portuguesa Fernando de Magallanes, que tras haber sido rechazado por el Rey de Portugal, acudió a Castilla que fue quien le acogió y financió la expedición dándole pertrechos y tripulaciones, siendo éstos últimos mayoritariamente castellanos, teniendo el apoyo incondicional del Rey de Castilla (ahora Carlos I, nieto de los Reyes Católicos) que a pesar de su juventud (poco más de 18 años) y de lo bisoño que era en las labores de gobierno, ya que llevaba haciéndolo sólo dos años, desde el principio vio muy claramente la trascendencia de la expedición, y la apoyó incondicionalmente.

            Hay que tener en cuenta que en ese momento España y Portugal estaban enfrentadas a muerte por el control de la navegación mundial, y siempre a un paso de entrar en guerra. Por ello el nombramiento de un portugués, que había navegado muchos años al servicio del Rey de Portugal, despertó entre los navegantes y políticos castellanos muchos recelos, desconfianzas y envidias. Fruto de ello y a pesar del apoyo del Rey Carlos, la expedición fue puesta bajo un cierto control de capitanes castellanos, ya que así eran cuatro de los cinco comandantes de las naves de la expedición, así como el nombramiento de inspectores del aspecto económico de la misma.

            Estas tensiones, agravadas por el carácter de Magallanes, taciturno y reservado, llegarían a cristalizar en un motín que estuvo a punto de acabar con la expedición.

            El rey de Portugal, Manuel I cuando tuvo conocimiento de la expedición de Magallanes, hizo todo lo posible por boicotearla, llegando incluso a planificar el asesinato del mismo por unos sicarios, lo que motivó que Carlos I, cuando por sus espías en Portugal tuvo noticias de ello, le pusiera varios guardaespaldas en Sevilla mientras preparaba la expedición.

            No deja de ser curioso que al mismo tiempo que existía esta tensión entre España y Portugal, se estuvieran planificando y celebrando esponsales entre los reyes de los dos países, con el matrimonio del Príncipe heredero de Portugal Juan, a partir de 1521 Rey Juan III con la hermana del rey Carlos (Catalina de Austria) y la de éste con la hermana de aquel (Isabel de Portugal, gran mujer y madre de Felipe II).

            La expedición fue cuidadosamente planificada y pertrechada para un viaje tan largo e incierto, ya que se estimaba tendría una duración de al menos dos años, y se conservan muchos documentos que testifican con gran detalle todo lo que se embarcó en la misma, y aunque se conoce que también llevaban artículos sanitarios (instrumental médico y medicamentos) sobre este punto los datos son escasos.

            Lo que sí se conoce aproximadamente es el estado de la medicina y la farmacia a comienzos del siglo XVI, ciencias que aunque estaban a punto de despegar, todavía en ese momento se encontraban en un estado muy rudimentario.

            Sabemos que en la expedición iba un médico (Juan Morales, cirujano de la armada) y tres barberos, como se llamaban a los sanitarios de menor rango (Marcos de Bayas, Pedro Olavarrieta y Hernando de Bustamante) siendo Hernando el único que sobrevivió al viaje y que fue por tanto el primer profesional de la medicina en dar la vuelta al mundo.

            Lo que sí conocemos respecto al aspecto sanitario del viaje, son las enfermedades más graves que diezmaron a las tripulaciones, hasta el punto de que de los aproximadamente 250 hombres (según las fuentes oscilan entre 243 y 265) que salieron de la escala de Tenerife, sólo llegaron de vuelta a San Lucar de Barrameda 18, aunque sobrevivieron 35, teniendo en cuenta los que fueron hechos prisioneros cuando la nave Victoria (única que completó el viaje) hizo una aguada forzosa en las Islas de Cabo Verde, en posesión del hostil reino de Portugal. La mayoría de estas muertes se produjeron por enfermedad, en especial en el terrible viaje por el Pacífico desde Chile hasta las Filipinas.

Las 5 enfermedades en la primera vuelta al mundo

  1. EL ESCORBUTO. La llamada peste del mar. Producida por la avitaminosis que aparecía en estos primeros viajes oceánicos y cuyos efectos terribles acaban de descubrirse y se estaba lejos de conocer su remedio (No obstante relativamente fácil de conseguir con la ingestión de productos ricos en vitamina C como los limones).
  2. LA SIFILIS. Verdadero azote del sigo, agravado en las tripulaciones de barcos dada su asistencia frecuente a prostíbulos tras las largas, solitarias y penosas singladuras, una vez que llegaban a tierra.
  3. LA FIEBRE TIFOIDEA producida por bacterias sobre todo la salmonela que se desarrollaba en las aguas y alimentos corrompidos de las naves, siempre agravado el fenómeno al navegar en aguas tropicales.
  4. EL COLERA. Enfermedad infecto contagiosa que afecta a los intestinos produciendo diarreas con la correspondiente deshidratación y finalmente la muerte.
  5. LA TUBERCULOSIS. Infección producida por una bacteria (el luego “llamado Bacilo de Koch tras su descubrimiento), que ataca a los pulmones y luego a otros órganos.

Contra estas y otras “enfermedades” (como la curación de las heridas de arma blanca o de fuego) los desgraciados navegantes de comienzos del siglo XVI tenían pocos remedios eficaces, resultando casi sorprendente que en aquellas condiciones alguno llegase a sobrevivir al viaje. Sin duda el remedio más eficaz para superar la enfermedad era no llegar a contraerla.

En cuanto al instrumental médico que llevarían en la expedición y dado que todavía en aquel tiempo seguía usándose como remedio para casi todo, la práctica de sangrías, sin duda embarcarían las LANCETAS para provocarlas y que eran de varios tipos (de grano de cebada, de lengua de serpiente y de grano de avena, llamadas así según su tamaño).

Igualmente llevarían HIERROS como legras, cauterios, tenazas de cortar y sacar huesos, cuchillos de cortar carne, mondadores de oídos, agujas para dar puntos, jeringas de latón, tijeras de varios tipos, trépanos, sierras, algalias (sondas), pinzas diversas y distintos recipientes.

También llevarían ungüentos y polvos (entre ellos el famoso ungüento de Aparicio), sanguijuelas, ventosas e instrumental para que los barberos se ocupasen de la sanidad dental de la tripulación, básicamente extrayendo los dientes o muelas, como desencarnadores (para despegar la encía de la muela o diente que se quiera sacar), botadores (hierro en forma de escoplillo para hacer palanca sobre la muela), gatillos (para sacar la muela), tornos, tenazas, limas y buriles.

Para afeitar llevarían verduguillos (navaja de afeitar estrecha y pequeña), bacías (para remojar la barba), escarpidores (peine de púas gruesas, largas y ralas para desenredar el cabello).

Igualmente deberían llevar material para practicar enemas y purgantes y otro material basado en la Farmacología de Dioscórides en la traducción al castellano de Andrés Laguna, como electricidad, electuarios, píldoras, trociscos, jarabes, ungüentos, aceites, emplastos, polvos, conservas y hierbas.

            Tras penalidades sin cuento y variados sucesos, el 17 de marzo de 1521, las tres naves que quedaban de las cinco que salieron de Sevilla, avistaron la primera isla del archipiélago de las Filipinas (la de Sulván cerca de la de Cebú). El actual gobierno filipino ya está preparando los actos en conmemoración del 500 aniversario del “descubrimiento” de las Islas que se cumplirá en el año 2021, pues aunque no puede decirse que la presencia de nuestro país sea hoy día muy viva en estas Islas, que permanecieron bajo soberanía española hasta 1898, entre otras razones por las acciones decididas de los gobiernos del archipiélago por erradicar toda huella de España impulsados a ello por los nuevos señores, los Estados Unidos de América, no cabe duda de que la efeméride representa incluso para ellos, un hito fundamental en su historia.

            España debería a su vez dar la importancia que tiene esta conmemoración, no sólo, como parece está previsto, enviando el buque escuela Juan Sebastián El Cano a la Isla de Cebú, primera importante descubierta y colonizada, sino haciéndose presente con una representación al máximo nivel político, además de aprovechar la ocasión para enviar una importante representación cultural que recuerde a los filipinos que en el fondo, les guste o no, España está en el alma de Filipinas incluso hoy día.

            Estamos seguros de que en todo caso Portugal tratará de capitalizar el evento, en atención a ser Magallanes portugués, aunque súbdito del rey de España, y a pesar de que en su día Portugal, como ha quedado dicho, hizo todo lo posible para conseguir que esta expedición fracasara.

            ¿Estarán nuestros gobernantes a la altura de la historia o seguirán afanados en otros pensamientos, como si se avergonzaran de nuestro glorioso pasado? Y no sólo es un asunto del pasado, sino algo muy actual, ya que Filipinas es un país aunque no tan poderoso económicamente como otros de la zona, con un enorme potencial de desarrollo presente y futuro, por lo que a aquellos políticos que, erróneamente, creen que todo es economía y que no hay que revivir el pasado, etc. también les debería resultar de capital importancia acudir a este evento con la presencia adecuada.

            Confiemos que así sea y España no deje, una vez más, pasar una ocasión histórica

Encargada de documentación: Rosa Tejedo Carrascoso, Licenciada en historia.

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EUGENIO DE EUGENIO FERNÁNDEZ 

Socio – Director de Orbaneja Abogados

 

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